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04/30/2019
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Mariza, cantar con sentimiento a la portuguesa

En las calles estrechas de uno de los barrios de Lisboa, Mouraria, entre las ropas tendidas en los balcones, nació el fado. Allí también se crió una de sus intérpretes más destacadas, la reina del fado moderno, Mariza, que siguiendo los pasos de la legendaria Amália Rodrigues se lo volvió a entregar al mundo, en una mezcla aún más rica.

Mariza llega esta semana a Miami como parte de un tour para promover su disco más reciente, y este viernes 3 de mayo estará en concierto en el Adrienne Arsht Center.

“Mouraria respira cultura portuguesa, y por supuesto, fado. Es un lugar donde todo el mundo se conoce”, dice Mariza en entrevista con el Nuevo Herald.

Como embajadora del vecindario y de su país, se disfruta verla en varios documentales caminando las calles de Mouraria, uno de los barrios más auténticos de Lisboa, que debe su nombre a que en la época medieval allí vivían los moros.

Hoy es uno de los vecindarios más hipster de la capital portuguesa, que Madonna ha contribuido a poner de moda como destino turístico, cuando la eligió como residencia en el 2017.

Con sus tascas, clubes de fado y pequeñas plazas a las que se suele llegar por estrellas escaleras de piedra, Mouraria tiene la ventaja de que los turistas conocen aun más al barrio vecino, Alfama.

Semiescondido, Mouraria es más auténtico, más vetusto y más joven a la vez, porque es el hogar de muchos inmigrantes.

Conocer ese mundo es entender la música de Mariza, quien tiene también la riqueza del mestizaje. De padre portugués y madre de ascendencia africana, la cantante nació en Lourenço Marques, en 1973, tres años antes de que se convirtiera en Maputo, la capital de Mozambique.

Para entender cómo se manifiesta esa mezcla hay que disfrutarla en dos temas emblemáticos, Primavera y Tasco da Mouraria, en los que su voz melodiosa acaricia y conmueve con la fuerza que también imprime el fado.

Por contraste, hay que oírla también en Barco Negro, un clásico del fado que Amália Rodrigues (1920-1999) hizo suyo, y que en la versión de Mariza alcanza otro nivel con la percusión.

En los comienzos de su carrera a Mariza la commovía el jazz, el soul y el gospel, y fue su padre quien la encaminó hacia el fado, una decisión que pagó muy bien, porque la intérprete logró internacionalizarse y desde entonces ha vendido más de un millón de discos.

“Debajo de casa, mi padre alquiló una taberna, se llamaba Zalala [nombre de una playa mozambiqueña], y se le ocurrió dar fados los sábados. Fue la manera de integrarnos en el barrio. Así empecé yo a cantar”, contó en una entrevista para el diario español El País en el 2015.

A diferencia de Amália, que vestía de negro a la manera de Édith Piaf y se delineaba los ojos como Juliette Gréco, Mariza abraza el color en un look moderno pero sobrio –pelo muy corto y casi blanco–, que no distrae de su interpretación.

“Amália nos dejó un gran legado. Nadie volverá a cantar como ella. Estoy segura que cada artista portugués ha recibido su influencia, ella es parte de nuestra cultura. Cuando piensas en Portugal es imposible no pensar en ella”, dijo Mariza, que en el 2001 lanzó su primer álbum sobre fado, Fado em mim.

Le siguieron Fado curvo, en 2003, y Transparente en 2005. Más tarde participó en el documental Fado, de Carlos Saura, donde interpretó Meu fado meu, con el cantaor flamenco Miguel Póveda.

Al concierto de Miami trae temas insignias como Chuva y Ó Gente da Minha Terra, para complacer a sus seguidores. También probará los temas de su nuevo álbum, Mariza.

“Las letras que elegí para este disco son muy maduras, cuentan historias, trasmiten emociones”, dijo, indicando que “por primera vez canto un tema escrito por mí, una historia de amor imposible”.

“Este año estoy concentrada en una gira mundial, pero en el 2020 se cumple el 20 aniversario del comienzo de mi carrera y pronto habrá noticias [sobre cómo lo celebrará]”, concluyó, sin dar detalles de los planes.